Sin miedo ni excusas

Resumen del libro

Sin miedo ni excusas

Por: Larry Smith

Lo que necesitas hacer para diseñar tu carrera profesional
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Introducción

 

Pasión es una palabra que solemos utilizar para hablar de nuestra vida amorosa, pero rara vez para nuestra vida laboral. Cuando sientes pasión por tu trabajo, no existe una gran diferencia entre cómo te sientes el lunes por la mañana y lo que sientes el sábado por la mañana. Cuando sientes pasión por tu trabajo, tu lugar de trabajo no es una prisión destinada a encerrarte hasta que te hayas ganado tu libertad, y tu trabajo no es un medio para alcanzar un fin. Cuando sientes pasión por tu trabajo, tu talento encuentra espacio para dilatarse y crecer.
A mi modo de ver, semejante pasión por el trabajo está al alcance de todos sin excepción. Puede que no sea una simple cuestión de encontrarlo y conseguirlo, pero aun así es accesible. Y cuando hayáis terminado de leer este libro, descubriréis cómo. ¿Por qué estoy tan seguro? Sencillamente porque he visto a muchos cientos de personas de muy diversa procedencia y con metas muy dispares conseguir grandes éxitos utilizando unas cuantas técnicas sencillas.
Desarrollo mi labor en el corazón mismo de la universidad y soy testigo de un enorme desperdicio de talento, condenado desde hace décadas a asistir a semejante derroche. Jóvenes de ambos sexos entran en mi vida cuando solo son estudiantes, pletóricos de energía y vitalidad, y con la esperanza de acometer maravillosas aventuras. Entonces tienen ideas asombrosas y agudas intuiciones, ideas que yo jamás tuve a su edad. Sin embargo, es un talento en bruto. A menudo es ingenuo, incompleto, sin refinar, y está creado de forma tan caótica y precipitada que su efecto se debilita.
Aun así, el talento está allí si uno se toma la molestia de mirar. Yo me tomo la molestia de mirar. Y me pongo a observar, esperando a que esos individuos talentosos les prendan fuego a los mundos que han escogido con su visión y compromiso. Por desgracia, entonces se hacen adultos. Y al mundo de los adultos es adonde va a morir el talento.
Los adultos que conozco, ya sean antiguos alumnos o no, con harta frecuencia han acabado atrapados en nuestra cultura de abejas obreras. Las normas son claras: haz lo que se te dice y se te pagará; trabaja para vivir durante el fin de semana y temer al lunes; espera con ansia la jubilación y confía en no acabar temiendo también ese momento; cuenta con que el placer o la satisfacción en el trabajo es un premio excepcional.
Esta epidemia de expectativas descafeinadas se ha cobrado muchas víctimas, dando lugar a la manida frase: “Tuve que ser realista”. Pensad en la cantidad de personas que acaban sus días en la barra de un bar o en la mesa del restaurante, quejándose del jefe o del trabajo, y en cuántas permanecen sentadas en un silencio cargado de frustración.

¿Cómo encontrar la pasión?

Siempre tengo diferentes versiones de la misma conversación con los alumnos. Tras explicar las razones de que los conocimientos no sean suficientes y de que la pasión sea esencial, llega el momento de la conversación en la que los alumnos dicen: “De acuerdo, profesor, lo entiendo. Tengo que sentir pasión por mi trabajo. Estoy de acuerdo con usted. Pero no tengo ni la más remota idea de cuál es mi pasión. ¿Cómo se supone que voy a seguir mi pasión si no soy capaz de encontrarla?”. Dicho sea de paso, recordad que no solo son los jóvenes los que me dicen esto. Son las personas maduras, las muy instruidas y las que lo son menos.
Esta es, efectivamente, una pregunta absolutamente válida. Y estoy de acuerdo. Si uno no sabe cuál es su pasión, realmente no puede perseguirla.
—Dime cuáles son algunas de las cosas que te interesan —preguntaré yo. Por estereotipado que resulte, muchos de los jóvenes con los que trabajo dirán: “Los deportes”—. Muy bien —diré—. ¿Juegas en algún equipo?
—No.
—¿Ejerces de entrenador o de director deportivo?
—No.
Enseguida me queda claro que su “interés” consiste únicamente en ver en la televisión a sus jugadores favoritos desarrollar su pasión.
La respuesta a la más frecuente de las preguntas (“¿Cómo voy a desarrollar mi pasión si no sé cuál es?”) es sencilla, aunque no siempre bien acogida: para encontrar tu pasión tienes que trabajar.
—Pero he estado buscando —insiste la alumna cuando sugiero que podría ser más diligente.
—¿Cómo? —pregunto.
—Pensando en ello —afirma.
—¿Ah, sí? ¿Y eso qué entraña?
—Ya sabe —dice—. Pienso.
Bueno, no es mi intención burlarme de esta estudiante, que al menos está invirtiendo alguna energía en el asunto. Pero su respuesta para encontrar su pasión parece consistir en mirar al vacío, esperando a que llegue una revelación.
Una y otra vez, estos buscadores son incapaces de describir la frecuencia con la que investigan, dónde lo hacen y cuál es su estrategia de búsqueda. En el mejor de los casos, sus búsquedas son improvisadas, informales y en efecto solo aleatorias. No hay ni rastro de atención o perseverancia ni el menor indicio de creatividad. Deseo congregar a todas estas personas, mirarlas a los ojos y decir: “¿De verdad creéis que encontraréis vuestra pasión en un bar o en una página de un servicio de mensajería instantánea?”.
La cosa se reduce a lo siguiente: un número muy elevado de personas parece creerse el eslogan publicitario de una antigua película titulada Starfighter: la aventura comienza: “Él no encontró su destino. Su destino lo encontró a él”.
Seamos serios. Vosotros estáis buscando vuestro destino; estáis buscando el trabajo de vuestra vida; estáis buscando el campo de batalla en el que combatiréis; estáis buscando materializar vuestro talento. Si creéis que tal cosa no exigirá concentrarse en la labor, entonces estáis profundamente errados. Aunque os prometo lo siguiente: valdrá la pena.
El agobio. En todas las conversaciones con mis alumnos, y en toda la correspondencia que mantengo con personas de todo el mundo, este es el sentimiento expresado con más frecuencia.
Dejad que empiece con alguna confirmación. Sí, es una labor abrumadora. Encontrar la propia pasión no es un proceso sencillo ni fácil. Es más o menos como encontrar a la pareja de uno. Por supuesto, algunas personas se dan de bruces con su compañero o compañera de manera accidental y se olvidan de todo, viviendo felices por siempre jamás. Pero esas son las personas con suerte. Sin embargo, la vida no es justa, y no todo el mundo tendrá suerte. Así que confiar en la pura casualidad es una invitación al desastre. La mayoría de las personas tendrá que luchar para encontrar su camino.
Además, hay dos razones muy legítimas para que sea tan abrumador. La primera es que, igual que en la elección de pareja, cuando decidimos dedicarnos a una pasión, tenemos que prestar oído a las emociones y ser lógicos al mismo tiempo, aunque sin pasarse ni en lo uno ni en lo otro. La segunda razón es el elevado número de posibilidades disponibles.
Analicemos la primera razón. Por un lado, a nuestro aspecto emocional debe importarle sobremanera el trabajo. Tenemos que aceptar esa parte de nosotros y no despreciar nuestro amor por, pongamos por caso, el surf solo porque nuestra parte racional esté sopesando la improbabilidad de encontrar alguna vez un empleo cabalgando olas en la playa. Por otro, si la carga emocional implicada es demasiado grande, tenemos un problema, porque no pensaremos con claridad. Uno puede pasar por todo un abanico de emociones acerca del trabajo que creemos amar y acabar tan seducidos por el romanticismo de todo el asunto que dejamos atrás nuestra pasión. El mismo pensamiento emocional está presente —y con el mismo peligro— cuando se trata de una profesión que tenemos la certeza de no querer.
El Buscador Emocional dirá cosas como...
—Bueno, jamás podría ser agente inmobiliario. Es algo que no me atrae lo más mínimo. Sería incapaz de hacerlo.
—De acuerdo —responderé—. ¿Y eso por qué? ¿Acaso sabes cómo pasa la mayor parte de su jornada un agente inmobiliario? ¿Sabes cuáles son las aptitudes necesarias para ser un buen agente inmobiliario? ¿Y cuál suele ser su formación, y por qué?
El Buscador Emocional no sabe las respuestas a estas preguntas. Solo tiene la vaga noción de que un agente inmobiliario es alguien que anda por ahí con gente y que ve casas. El Buscador Emocional no se ha parado a considerar la destreza en la negociación, las habilidades sociales, el conocimiento de un mercado complejo y la creatividad para entender el potencial de una casa que solo necesita alguna mejora estética.
—Pero, profesor —dice el Buscador Emocional—, usted siempre nos está diciendo que seamos apasionados. Y si no siento ese chispazo cuando pienso en ser agente inmobiliario, ¿no debería prestar atención a esa sensación?
Ahora es cuando pongo los ojos en blanco. Esto no es Romeo y Julieta, donde las miradas se encuentran y el mundo se detiene. La pasión no son unos fugaces fuegos artificiales. Y cuando el Buscador Emocional me habla de chispazos, no puedo evitar pensar que está utilizando los sentimientos como excusa para no realizar la labor de reunir la información necesaria. Así que lo diré sin rodeos: ¡averigua los hechos! Entérate de qué estás buscando, y luego, si todavía crees que no es para ti, perfecto. Pero al menos estarás trabajando con todos los datos disponibles.
De la misma manera que los Buscadores Emocionales pueden pasar de largo su pasión, también están expuestos a comprometerse tanto con esta que ignoren todas las señales de peligro que avisan de que es inapropiada. ¿Quién no conoce a alguien que se encuentra inmerso en una relación que no funciona, pero que deliberada y obstinadamente se niega a verlo? “Pero es que lo quiero”, podría gemir tu amiga mientras le haces una relación de todas las traiciones de su pareja.
En el otro extremo, tenemos al implacablemente racional Buscador Lógico. Este acabará tan obsesionado por acumular hechos y observaciones que se olvidará de que el objetivo es revitalizarse con su misión.
—¡Mire esta hoja de cálculo! A todas luces, y teniendo en cuenta mis notas y las áreas en las que he sobresalido hasta el momento, las perspectivas de empleo de este subconjunto de conocimientos, los porcentajes de ascensos y las tasas internas de rentabilidad de los títulos educativos, debería ser ingeniero de sistemas.
—Pero ¿amas eso? —pregunto—. ¿Crees que te dedicarías a eso aunque te tocara la lotería y no tuvieras que trabajar?
Entonces, ¿cuál es la respuesta? Por difícil que sea, debemos utilizar tanto la emoción como la lógica de manera equilibrada. Utilicemos la emoción para orientar la búsqueda y la lógica para hacer la elección. El hecho y la emoción se potencian mutuamente; ninguno está subordinado al otro.
Tuve un alumno que estaba apasionadamente interesado en los asuntos políticos y en las políticas públicas. Deseaba influir en su mundo. Así que decidió que buscaría un cargo público tan pronto como le fuera posible. Para ello, elaboró un plan general que empezaba con una candidatura al gobierno municipal y acababa en el cargo más elevado del país. Había centrado toda su investigación exclusivamente en las técnicas para ganar elecciones. Sin embargo, su plan era absurdamente ilusorio, dado que tenía un horizonte temporal de treinta años y daba por supuestas circunstancias que eran impredecibles. Era todo emoción y poca lógica.
Necesitaban una ducha fría… de lógica y hechos. Tenía que entender que estaba viviendo en el país de la fantasía.
Al final, le convencí de que hiciera sus deberes, que leyera mucho y buscara maneras prácticas de satisfacer su pasión por la política. Este alumno se está preparando ahora para convertirse en asesor político y trabajar entre bastidores, donde es posible que radique la mayor parte del poder. Se dedica a su pasión y tiene la oportunidad de realizar contribuciones útiles lo antes posible.
Volvamos ahora a la segunda razón de que buscar nuestra pasión resulte tan abrumador: el ingente número de posibilidades. Yo enseño economía y, en consecuencia, me seducen los números y las probabilidades más que al ciudadano normal. ¿Cuántas profesiones hay? Cientos de miles, dependiendo de cómo se definan.
Nuestras mentes se apartan instintivamente de tales vistas infinitas. Así que una vez más, cuando las personas me dicen que se sienten abrumadas, admito que tienen un motivo justificable para sentirse así. Pero entonces tienen que dejar de lado la autocompasión y convertirse en lo que entiendo como un turista reflexivo. Al igual que el turista que explora una nueva ciudad, tenemos un mundo de ideas y profesiones para explorar. Al igual que el turista, también debemos admitir que no podemos explorar todo lo que se nos ofrece. Como el turista, debemos planificar nuestro planteamiento. Pero, ante todo, debemos dedicar todo el tiempo que necesitemos para alcanzar el destino de nuestra profesión definitiva. Aceptemos que nuestro viaje puede ser largo.
Sin duda, tener alternativas ilimitadas es abrumador, pero ¡es algo bueno! ¿Acaso no sería preferible tener demasiadas alternativas a tener demasiadas pocas? Cuando es un muro de ladrillo el que nos mantiene fuera de la ciudad de nuestros sueños, sí, probablemente nos quedemos atascados. No obstante, si lo que entorpece nuestro camino es un frondoso e intrincado bosque, lo único que realmente necesitamos es un buen mapa y una estrategia bien perfilada para abrirnos paso a través de él.

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Biografía del autor

Larry Smith

Larry Smith es un premiado profesor de Economía en la Universidad de Waterloo de Ontario (Canadá). Es además presidente de una consultora económica especializada en innovación y desarrollo. También asesora a emprendedores de todo tipo.

Ficha técnica

Editorial: Empresa Activa

ISBN: 9788416990559

Temáticas: Habilidades directivas

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La importancia de guiarse por las emociones y evaluar con la Lógica