La lluvia que cae sobre el suelo forma arroyos, ríos y valles. Cuando estos accidentes se han formado, la lluvia se canaliza a lo largo de ellos. Así interactúa con el paisaje para formar canales, que luego condicionarán el modo de acumulación y organización del agua de las futuras lluvias. Este es un sistema autoorganizado en el que los propios elementos que lo componen ordenan internamente el curso de la acción. Este es también el modo en el que funciona nuestro cerebro, donde la información que entra establece una secuencia de actividad que, con el tiempo, desarrolla unas pautas, modelos o caminos por los que se canaliza la información. A través de las pautas podemos reconocer las cosas en función de la experiencia previa.
El pensamiento lateral es una clase de pensamiento que no es lineal ni secuencial ni lógico. La entrada en el Concise Oxford Dictionary reza así: “Tratar de resolver problemas por medio de métodos no ortodoxos o aparentemente ilógicos”. Aquí la palabra clave es aparentemente. Los métodos pueden parecer ilógicos en comparación con la lógica normal, pero fueron elaborados según la lógica de los sistemas constructores de pautas. El pensamiento lateral implica cambiar nuestro modo de percibir y nuestros conceptos para que, en lugar de discurrir a lo largo de una pauta conocida, la atravesemos y la eliminemos momentáneamente para regresar al punto de partida a través de un camino o pauta nuevos.
El pensamiento creativo se puede aprender como cualquier otra disciplina como, por ejemplo, las matemáticas. Veremos a continuación una serie de métodos y técnicas para desarrollar de forma sistemática el pensamiento creativo; estos son los seis sombreros para pensar, la pausa creativa, el foco, el cuestionamiento, alternativas, el abanico de conceptos, la provocación y el movimiento, la aportación del azar y técnicas de sensibilización.
Los seis sombreros para pensar. El método de los Seis Sombreros es extremadamente simple, pero esa simplicidad resulta poderosa. Se puede utilizar en una reunión pidiendo a todos los presentes que se pongan uno u otro sombrero en función del momento. En este método, el pensador es desafiado a usar los diferentes sombreros y experimenta realmente una sensación de libertad porque ya no tiene que limitarse a adoptar una sola posición. La gran virtud del método de los Seis Sombreros es que se puede cambiar de pensamiento sin ofender a nadie. Si le decimos a una persona que deje de ser “tan negativa”, posiblemente se ofenderá. Pero si le pedimos que “se pruebe el sombrero amarillo”, no habrá ofensa. Veamos en qué consiste esto:
El sombrero blanco trata de dejar de lado las propuestas y los razonamientos, y concentrarse en la información. ¿De qué información disponemos? ¿Qué información falta? ¿Qué información nos gustaría que hubiera? ¿Cómo la obtendremos? Por el momento, todos los participantes de la reunión averiguan de qué información se dispone, cuál se necesita y cómo se podría obtener.
El sombrero rojo se relaciona con los sentimientos, la intuición, los presentimientos y las emociones. Se supone que en una reunión seria nadie expondrá sus emociones, pero, sin embargo, casi todas las personas lo hacen, disfrazándolas de razonamientos lógicos. El sombrero rojo otorga permiso para expresar los sentimientos y las intuiciones sin disculparse, sin explicaciones y sin necesidad de justificación. Tiene que ver con la intuición... Poniéndome el sombrero rojo, esta es la impresión que tengo del proyecto... Tengo una corazonada: no va a funcionar... No me gusta la forma como se están haciendo las cosas... Mi intuición me dice que los precios caerán pronto.
El sombrero negro es para el juicio crítico. Indica por qué no se puede hacer algo. El sombrero negro señala por qué algo no será provechoso... Las reglamentaciones no nos permiten hacerlo... No tenemos suficiente producción para aceptar ese pedido... La última vez que subimos los precios las ventas cayeron. El sombrero negro es valioso. Es el sombrero más usado y posiblemente el más útil. Pero es fácil matar la creatividad con una negatividad temprana. Por tanto, hay que tener cuidado al utilizarlo porque emplearlo demasiado puede acarrear problemas.
El sombrero amarillo es para el optimismo y para una visión lógica y positiva de los hechos. Busca la factibilidad y una manera de actuar. El sombrero amarillo persigue los beneficios, pero estos deben tener una base lógica... Esto podría funcionar si trasladáramos la planta de producción más cerca de los clientes... El beneficio surgiría de la repetición de las compras... El alto coste de la energía haría que todos vigilasen más al gastarla. Muchas veces el sombrero de pensar amarillo exige un esfuerzo deliberado para encontrar los beneficios, que no son siempre inmediatamente obvios y podríamos tener que buscarlos. Toda idea creativa merece cierta atención del sombrero amarillo.
El sombrero verde es para el pensamiento creativo. Para las ideas nuevas. Sirve para las alternativas adicionales. Para plantear posibilidades e hipótesis. El sombrero verde requiere esfuerzo creativo... Aquí necesitamos algunas ideas nuevas... ¿Hay alternativas adicionales...? ¿Podríamos hacerlo de una manera diferente...? ¿Podría haber otra explicación...? El sombrero verde nos permite pedir directamente un esfuerzo creativo. Pone el tiempo y el espacio a disposición del pensamiento creativo. Aunque no surja ninguna idea creativa, el sombrero verde pide el esfuerzo creador para tratar de encontrarla.
El sombrero azul se utiliza para el control de los procesos. Prepara la agenda para pensar e indica el próximo paso para el razonamiento. Exige la elaboración de resúmenes, conclusiones y decisiones. Puede pedir la utilización de otros sombreros... ¿Podríamos elaborar un resumen de sus opiniones...? Pienso que debemos examinar las prioridades... Sugiero que probemos un poco de pensamiento de sombrero verde, para conseguir algunas ideas nuevas. El sombrero azul sirve para organizar y controlar el proceso de pensamiento para que se torne más productivo. Se emplea para pensar sobre el pensamiento.
La pausa creativa. Si se bloquea temporalmente un río, el agua encontrará rápidamente nuevos canales para fluir. A veces basta la mera interrupción del rápido flujo del pensamiento para abrir nuevas líneas de pensamiento. Si uno se detiene mientras come, percibirá mejor el sabor de lo que está comiendo. Si uno se detiene mientras piensa, prestará mayor atención al punto en el que se ha detenido. Si nos paramos en el cruce de dos caminos podremos leer los indicadores. La pausa creativa es una interrupción en el suave flujo de la rutina y está destinada a prestar atención a algo, deliberadamente.
No es necesario que exista una razón ni un objetivo específicos para detenerse en determinado punto. Y es mejor que no haya razones, porque cuando empezamos a buscarlas solo haremos la pausa cuando exista una justificación y eso frustraría el propósito general de la pausa creativa. Esta es la más simple de todas las técnicas creativas, pero no por ello fácil de realizar. Se requiere mucha disciplina para detener el flujo constante del pensamiento y realizar una pausa creativa. Esta pausa debe convertirse en un hábito mental en toda persona que desee ser creativa. No se trata de una reacción ante algo. Es el resultado de su intención de parar. “Aquí podría haber una idea nueva”, “Allí debe haber una idea nueva”, “Quiero hacer una pausa para pensar sobre el tema”.
El foco. Usted está bebiendo en una copa. Entonces, pone el foco en el borde del recipiente. ¿Podría tener otra forma? ¿Podríamos inventar un borde desechable para aumentar la higiene? Usted está haciendo cola en el aeropuerto y concentra su atención en la fila de personas. ¿Se podría utilizar ese tiempo para que la gente se informe o se entretenga? Quizá podríamos volver a producir películas “mudas”, para pasarlas en lugares donde no se puede añadir más ruido. El foco consiste en centrar la atención en un aspecto que se utiliza como base para generar nuevas ideas.
Sin embargo, el “foco simple” tiene valor como ejercicio aunque no se intente desarrollar ideas dentro de esa área de foco. El mero ejercicio de escoger áreas de enfoque inusuales tiene gran valor y sirve como referencia para trabajar la creatividad en ese foco con posterioridad. Por tanto, este ejercicio puede convertirse en hábito aunque no se lleven a cabo acciones creativas concretas. Con el tiempo, una persona puede resultar muy eficiente para la localización de puntos focales. Una vez establecido el hábito es posible la aplicación del pensamiento creativo formal al foco elegido. De hecho, para empezar tal vez sea mejor desarrollar este hábito de elegir puntos focales como fines en sí mismos, sin la intención de generar ideas. El intento de producir ideas puede resultar decepcionante y frustrar el establecimiento del hábito.
El cuestionamiento. El “cuestionamiento creativo” es algo muy particular. ¿Por qué esto se hace de este modo? ¿Por qué hay que hacerlo así? ¿Existen otras maneras? Lo primero que debemos tener claro es que el cuestionamiento creativo difiere totalmente del cuestionamiento crítico. El cuestionamiento crítico trata de evaluar si el modo actual de hacer algo es correcto. El cuestionamiento creativo, en cambio, opera sin intención de juzgar. Es un incentivo para lograr la “singularidad”. Casi siempre se da por sentado que la manera presente de trabajar debe de ser la mejor, por diversas razones. Existe una especie de acuerdo tácito de que, mientras no se demuestre lo contrario, la actual manera de hacer las cosas es la mejor posible. El cuestionamiento creativo pone esto en duda sin atacarlo. Sencillamente busca la posibilidad de una alternativa a lo existente haciéndose preguntas.
El cuestionamiento creativo supone que, el modo actual, aunque esté en vigencia por razones diversas, es solo uno entre varios. Habitualmente el cuestionamiento creativo se expresa por medio de la pregunta “¿por qué?”. ¿Por qué los platos son redondos? Porque antiguamente se fabricaban en un torno de ceramista que producía objetos redondos. Porque la gente está acostumbrada a usar platos redondos. Porque es más fácil colocarlos en la mesa, ya que no importa la forma como se coloquen. Al preguntar “¿por qué?” no solo buscamos una explicación, sino que estamos preguntando también por qué la manera actual debe de ser la única.
Alternativas. La operación básica de la creatividad es la búsqueda de alternativas. ¿Cuáles son las alternativas? ¿Qué más se puede hacer? Aunque la búsqueda de alternativas es fundamental para la creatividad, el proceso no es tan fácil como supone la mayoría de las personas. En primer lugar, hay que detenerse. Es muy difícil detenerse para buscar alternativas cuando las necesitamos. Cuando uno se encuentra en una situación en la que el siguiente paso lógico es fácil, lo da sin pararse a pensar si es la mejor manera posible y si existen otras opciones. A veces las alternativas están dadas y lo único que hay que hacer es elegir. ¿Qué corbata me pondré esta noche? Miro en el armario y las alternativas están desplegadas ante mí. Sin embargo, aunque las alternativas parezcan claras, es importante tener actitud de “diseño”. Esto significa negarse a considerar una situación como si fuera fija. Significa cambiar los límites y los elementos para crear alternativas nuevas.
Debemos crear un “punto fijo” del que partir en la búsqueda de alternativas en una determinada situación. Esto es, buscar un concepto que nos sirva de referencia para valorar las diferentes posibilidades. Uno puede decir que va a “viajar” por cierto camino. Eso es un concepto. Pero uno tiene que hacer algo específico: caminar, ir en bicicleta, desplazarse en automóvil, tomar un autobús. El modo específico de viajar es la idea o alternativa.
El abanico de conceptos. Supongamos que quiere colocar algo en el techo de una habitación. La solución es simple: necesita una escalera. Pero no la consigue. ¿Qué hará? Una escalera es solo una manera de “elevarme sobre el suelo”. Este es el concepto que se convierte en el punto fijo. Las alternativas posibles incluyen subirme a una mesa o que alguien me sostenga en alto. Pero “elevarme sobre el nivel del suelo” es solo una manera de “reducir la distancia entre el objeto y el techo”. Este es otro concepto que se convierte en el nuevo punto fijo y nos dedicamos a buscar alternativas a partir de él. Una de ellas consiste en “alargar mi brazo”, que en sí mismo es otro concepto que puede realizarse “usando un palo”. En este ejemplo podemos comprobar cómo pasamos de una idea (la escalera) a un concepto que se convierte en el punto fijo para otras ideas. Pero, al mismo tiempo, vamos creando conceptos nuevos que se convierten en el punto fijo para ideas alternativas. Este proceso se denomina “abanico de conceptos”.
Los tres niveles del abanico de conceptos son los siguientes: 1) Direcciones: son conceptos o enfoques muy amplios; el más amplio que uno puede concebir se convierte en la dirección. 2) Conceptos: son los métodos generales de hacer algo. 3) Ideas: son las maneras concretas y específicas de poner en práctica un concepto. Una idea debe ser específica; debe ser posible su puesta en práctica directamente. Podemos utilizar la siguiente analogía: si uno se dirige al norte, esa es su “dirección”. Hay muchas rutas que van hacia el norte. Estas son las maneras; por lo tanto, son los “conceptos”. Pero uno tiene que hacer algo específico para viajar por una de esas rutas (viajar en automóvil, caminar...). Esa acción específica es la “idea”. A algunas personas les desconcierta que establezcamos una diferencia entre “conceptos” y “direcciones”, ya que la diferencia es relativa. Una “dirección” consiste simplemente en el concepto más amplio que uno puede concebir. Si después pensamos en un concepto aún más amplio, este se convierte en la dirección.
Provocación y movimiento. La provocación es una especie de experimento mental. Muchas ideas nuevas surgen por azar, accidente, error o “locura”. Estos hechos producen una discontinuidad que nos obliga a rebasar los límites actuales de lo “razonable” establecidos por nuestra experiencia. La provocación deliberada es un método sistemático que puede producir los mismos efectos. No tenemos que esperar el cambio, el accidente o el error. Podemos ser temporalmente “locos”, solo durante treinta segundos cada vez, y controlar la situación. Podemos conectarnos y desconectarnos de la locura a nuestro arbitrio. Por eso la provocación es un aspecto tan fundamental del pensamiento lateral y de la creatividad en general.
La provocación consiste en lanzar una frase que a priori puede parecer completamente imposible. Anteponemos a la frase la palabra provocación para indicar que se trata de una provocación. Por ejemplo: “Provocación, los automóviles tienen ruedas cuadradas”. Esta afirmación que parece, a primera vista, ilógica e incluso alocada, nos permite pasar del sistema de pautas principal o establecido al desvío. La finalidad de la provocación es precisamente desviarnos del recorrido habitual del pensamiento. A partir de la provocación avanzamos hasta encontrar un nuevo punto que, retrospectivamente, parece ventajoso. Lo que verdaderamente importa es el modo de salir del camino establecido.
Para establecer sus caminos principales el cerebro tiene que trabajar, y esto constituye la esencia misma de su excelencia. Al mismo tiempo, necesitamos métodos para esquivar estos caminos principales, a fin de poder ser creativos. Por eso la provocación desempeña un papel fundamental en el pensamiento lateral. La provocación, al igual que la hipótesis, nos proporciona un nuevo marco de trabajo para la consideración del tema. Pero la provocación supera la hipótesis. Una hipótesis trata de ser racional, mientras que una provocación pretende ser “irracional” a fin de sacar nuestro pensamiento de sus canales habituales. Tanto la hipótesis como la provocación son especulaciones que construimos en nuestra mente y que luego usamos para perfeccionar nuestro pensamiento respecto a la situación dada. Tanto la hipótesis como la provocación forman parte del proceso creativo y son diferentes del análisis. El análisis examina lo que está presente. La provocación y la hipótesis introducen algo ausente anteriormente.
El acto de la provocación se relaciona con el “movimiento”, que es una operación mental activa. Este proceso puede aprenderse, practicarse y usarse deliberadamente. El movimiento no consiste meramente en una ausencia de juicio. En el juicio, cuando llegamos a una idea la comparamos con nuestras pautas de experiencia. Si la idea no encaja, la rechazamos. En el movimiento, llegamos a una idea y no nos interesa saber si es correcta o errónea o si encaja en nuestra experiencia; solo nos interesa saber hacia dónde podemos desplazarnos a partir de ella. Tratamos de avanzar. ¿Cómo avanzamos desde una provocación “imposible” hasta algo útil? En la creatividad, lo que nos interesa es conseguir ideas prácticas, válidas y útiles, y existen muchas maneras de alcanzar ese objetivo. Además, no es necesario que el juicio convalide cada uno de los pasos del proceso.
Una de las técnicas más poderosas del movimiento es la técnica de “minuto a minuto”. En ella imaginamos la provocación hecha realidad, aunque ello signifique entregarnos a la fantasía. Visualizamos lo que sucedería minuto a minuto. No nos interesa el resultado final, sino la observación de los acontecimientos que se van produciendo. Luego, a partir de esta observación, tratamos de desarrollar un concepto o una idea interesantes. Veámoslo con un ejemplo:
Provocación, los automóviles tienen ruedas cuadradas. Imaginamos un automóvil con ruedas cuadradas. La rueda cuadrada se levantaría en cada ángulo. Esto produciría un desplazamiento brusco. Pero la suspensión podría anticiparse a la elevación y compensarla. Esto nos lleva al concepto de la adaptación de la suspensión. Y, a su vez, a la idea de un vehículo para transitar por terrenos accidentados. Una rueda accesoria le indicaría el estado del terreno a la suspensión, que se adaptaría para que la rueda se levantara para seguir el “perfil” del terreno. De este modo el coche, en vez de avanzar bruscamente se deslizaría con suavidad. Sugerí esta idea por primera vez hace unos veinte años. Actualmente, varias compañías, como la Lotus (parte de GM), están desarrollando una “suspensión inteligente” que se comporta de una manera muy similar.
La aportación del azar. Esta es la más simple de todas las técnicas creativas y es una de las técnicas sistemáticas para usar la provocación deliberadamente. Actualmente es muy usada por grupos de diseño de productos nuevos, agencias de publicidad, grupos de rock, conjuntos de teatro, etcétera. Esta técnica es muy poderosa, pero parece totalmente ilógica. Supongamos que tenemos un foco creativo donde necesitamos la aportación de ideas nuevas. Entonces introducimos una palabra que no tenga conexión alguna con la situación y la unimos a esta: Fotocopiadora provocación nariz. A partir de esta yuxtaposición tratamos de elaborar ideas nuevas. Cualquier persona que aplique la lógica tradicional señalará lo absurdo de la iniciativa. Cualquier palabra vale para cualquier tema. Esto parece el colmo de lo ilógico.
En realidad, no podemos “elegir” un punto de partida al azar, porque lo elegiríamos según nuestros hábitos de pensamiento, y entonces no habría provocación. Por lo tanto, necesitamos un método que incluya lo aleatorio. Una manera de hacerlo es confeccionar una lista de 60 palabras (fuego, escritorio, zapatos, nariz, perro, avión, hamburguesa...). Cuando necesite una palabra al azar, simplemente mire su reloj y fíjese en qué número marca el segundero. Use ese número para elegir una palabra de su lista. La técnica de la aportación del azar es muy buena para producir nuevas líneas de pensamiento y también ideas a las que no se hubiera llegado nunca mediante procedimientos lógicos o analíticos. Esta técnica resulta especialmente valiosa en situaciones de estancamiento, bloqueo, cuando no sabemos por dónde empezar o cuando necesitamos ideas adicionales sobre un foco.