¿Dónde está el límite?

Resumen del libro

¿Dónde está el límite?

Por: Josef Ajram

La biografía del bróker y deportista
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Introducción

Josef Ajram transmite el siguiente mensaje: “No sé dónde está el límite, pero sí sé dónde no está”. El punto principal desde el cual lanza su mensaje es el deporte, pero considera que tanto en el deporte como en la vida, los límites se los pone uno mismo. Todo el mundo es capaz de hacer lo que se proponga siempre y cuando luche por ello y agote todos los recursos posibles antes de rendirse. El objetivo no es ganar, sino sentirse bien, tener la disciplina del entrenamiento día a día, estar cómodo con uno mismo... y terminar lo que se ha empezado, sobre todo eso, porque, de lo contrario, lo que predomina es una obsesión por el cronómetro.
El autor de este libro es un personaje que en su vida ha tenido suerte con dos cosas en las que pocas personas la han tenido. La primera es la de haber conseguido trabajar en lo que le gusta y le apasiona: la Bolsa. La segunda es el hecho de haber tenido el tiempo suficiente y los recursos necesarios para encontrar y dedicarse a algo con lo que poder transmitir mensajes al mundo: el deporte. En las siguientes líneas se exploran algunas de las facetas de la vida y la profesión de Josef Ajram, facetas que el autor mismo orienta hacia la búsqueda de sus límites.

‘Broker’ y ‘day-trader’

Josef supo que quería dedicarse a la Bolsa desde que tuvo uso de razón. Siempre le había llamado la atención que hoy algo valga 10 y mañana pueda valer 10,40. A los 18 años fue al edificio de la Bolsa en el Paseo de Gracia de Barcelona con un dinero que tenía ahorrado, poco. Una vez allí, abrió una cuenta en una agencia de valores y empezó a realizar alguna pequeña operación. Y esto fue el detonante, porque, según dice él, cuando inviertes dinero de tu bolsillo en la Bolsa, inevitablemente el sistema nervioso se pone en funcionamiento, aunque sólo sean 300 o 600 euros, no importa. El sistema nervioso se pone en marcha y te preocupas por aquel dinero, sufres por él.
Casi sin darse cuenta se empezó a adentrar en el mundo de la Bolsa, se encontraba cómodo en aquella vorágine y estaba totalmente enganchado por esa dinámica y por la incertidumbre que genera. Esto coincidió con el momento en que entró en la Universidad. Se matriculó en Administración de Empresas e iba compaginándolo con la Bolsa. Durante el primer año se fue sacando las asignaturas, pero, a partir del segundo curso, ya optó por dejar la carrera para dedicarse por completo a la Bolsa. Se quería centrar en ello y decidió ir cada día de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Iba con el espíritu de ser una esponja, aprender, adquirir conceptos y asumirlos... Paralelamente, hizo algunos cursillos de aprendizaje y leyó algunos libros.
Un buen día, Josep Trullás, una persona que estaba siempre por la agencia, se acercó a hablar con Josef. Al cabo de un tiempo le llamó y le ofreció trabajo como comercial para captar a clientes a cambio de una comisión. Era una época muy buena; corrían los años 1999-2000, el final de la época buena antes de la crisis tecnológica, y Josef tuvo la suerte de captar a muchos clientes. La mayoría de ellos acostumbraban a hacer grandes operaciones, de modo que tenía unos ingresos francamente elevados. Sólo en comisiones ganó 8.000 euros al cabo del primer trimestre. Tenía 21 años y había pasado de cobrar 300 euros en Telepizza a ganar 2.000 o 3.000 euros al mes, y no se lo podía creer.
Parecía algo mágico. Y Josef perdió el norte. No tenía gastos y se veía con mucho dinero en el bolsillo, un coche y... 21 años. Era inevitable. Fueron un par de años de juerga total, salir de noche, ir a los afters... En fin, hacer de todo. Fue una época de desmelene pero muy positiva, porque las cosas que vivió en ese ambiente le supusieron otro gran aprendizaje. Sin embargo, una cosa sí es cierta: siempre tuvo la disciplina de ir a trabajar los lunes, a pesar de haber estado de juerga de viernes a domingo. No faltaba nunca. Era una especie de autoexigencia, en la que se decía a sí mismo: “Haz lo que quieras con tu vida, pero el trabajo es el trabajo”.
Aquella época le marcó bastante porque aprendió mucho de las personas. Sin embargo, en esa misma época, por primera vez en su vida, se encontró solo: solo en el sentido de que tenía problemas que ninguno de sus amigos tenía. Por ejemplo, firmó su primera hipoteca en febrero de 2001, con 23 años. Y, claro, no tenía amigos para preguntarles en qué banco podía hacerlo, porque sus amigos estaban en la Universidad, preocupados por sus exámenes, sus asignaturas, sus trabajos.
En esos tiempos, Josef cometió un error que considera, quizá, el mayor de su vida profesional. Los padres de algunos amigos quisieron que les gestionara su dinero, con la mala fortuna de que se lo propusieron en medio del crac tecnológico de 2002, con lo que supuso para las Bolsas mundiales. Y él, ilusamente, aceptó. Para él fue un palo enorme tener que explicar a los padres de sus amigos que habían perdido tanto dinero —en algunos casos, mucho dinero— en relación con la cantidad que habían invertido. Sin quererlo ni esperarlo, la vida le dio de golpe y porrazo un empujón a la madurez. En realidad, fue algo que no tenía solución, y fue algo global y súbito. Pasó y punto.
Fruto de aquella mala experiencia, Josef llegó a la conclusión de que, si perdía dinero, quería perder su dinero, y no el de los demás. De modo que, después de haber captado a unos 150 clientes en tres años de actividad, decidió dejar la agencia, porque no le aportaba nada y no era feliz. Y fue lo que hizo: cedió a sus clientes y pactó unas comisiones competitivas para poder operar; entonces empezó a dedicarse a lo que todavía hoy está haciendo: el day-trade. 
Un day-trader es lo que, en otros términos, llamamos ‘un especulador’. El day-trade consiste en comprar y vender acciones en el mismo día. Esto es un proceso en el que empiezas comprando 100 y vendiendo 100, comprando 200 y vendiendo 200, y la bola se va haciendo cada vez mayor. Josef llegó a un nivel de facturación récord en 2007: ni más ni menos que 360 millones de euros. ¡Brutal! El 90 o 95 % de las personas que invierten en Bolsa compra unas acciones o un fondo de inversión y espera que, transcurrido un año, haya suerte y obtengan una rentabilidad de un 10 %. Los day-traders intentan obtener una rentabilidad diaria sobre una base que les sirve de garantía.
La filosofía del day-trader no es ganar o perder un 10 %, sino que se pretende ganar o perder un 0,5 % o un 1 % por operación. Por tanto, uno de los puntos clave de esta filosofía es la rotación de capital. Es decir, compra por valor de 50.000 euros y, si ve que sube un poco, vende esos 50.000 euros. Si piensa que puede volver a subir, compra de nuevo y lo vende un poco después. Y, así, se va de un valor a otro, o a otro índice, etc. El activo más preciado es la liquidez, la herramienta de trabajo es tener dinero; no se necesita nada más que tener dinero. Y su agilidad consiste en hacer la mayor rotación de capital posible con este dinero, siempre tratando de cumplir una premisa: pérdidas limitadas y beneficio ilimitado.
Es decir, si te das cuenta de que una operación no ha ido bien, tienes que cerrarte enseguida; pero, si ves que has acertado, debes ir dejando correr las ganancias, poniendo tu stop. En realidad, perder un poco es muy difícil. Es decir, asumir el hecho de que te has equivocado es muy difícil, mucho. Esta es la diferencia por la cual, en toda España, tienen el trabajo de Josef 10 o 15 personas y no 2000. Tal vez haya más de 2000 personas que lo han probado, pero todas han fracasado. ¿Por qué? Precisamente porque perder un poco es difícil, no han sido capaces de perder un poco.
La idea del “¡Ya subirá!” es una equivocación, un error fatal. Una prueba es lo que sucedió en septiembre de 2008 con Lehman-Brothers, una institución bancaria norteamericana con 150 años de historia a sus espaldas que un jueves por la tarde valía 62 dólares y el lunes siguiente por la mañana valía únicamente 3. Pues quien no stopó, quien no paro a tiempo, se pilló los dedos, o más. Otro ejemplo: una empresa inmobiliaria española llamada Afirma que a mediados de 2006 valía 71 euros y hoy vale 0,32; si no has stopado... Si compraste a 45 o a 50 euros y no vendiste al ver que bajaba 3 o 5 euros, pues ahora ya lo has perdido todo, te has arruinado.
En definitiva, un day-trader hace esto, rotación de capital, tener líquido como garantía para cubrir una posible pérdida y practicar al máximo el stop-loss. Es tan fácil como esto; es tan complicado como esto, también. A veces la sencillez es tan compleja... Entran en juego el factor humano, la presión, la tensión, la ansiedad, el hecho de querer ganar y no perder. Todo eso lleva a tomar decisiones erróneas. Todo esto hace cometer errores, si no se controla bien.

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Biografía del autor

Josef Ajram

Josef Ajram nació en Barcelona en 1978. Aparte de broker de éxito, es el primer deportista español que ha terminado competiciones tan arduas como el Ultraman de Hawái y el de Canadá, donde después de nadar 10 extenuantes kilómetros en pleno océano, los participantes pedalean durante 421 kilómetros y terminan corriendo el equivalente a dos maratones. Lo distinguen su capacidad para entrenar con rigor y unas enormes ganas de competir.

Ficha técnica

Editorial: Plataforma Editorial

ISBN: 9788496981799

Temáticas: Habilidades directivas

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Libro con muchos aprendizajes!