Nunca es demasiado tarde

Resumen del libro

Nunca es demasiado tarde

Por: Tom Butler-Bowdon

El poder del pensamiento a largo plazo
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Introducción

 

¿Cree que todavía le queda tiempo para alcanzar lo que lleva deseando hace tanto tiempo? ¿Su profesión o su empresa van por buen camino pero no han desarrollado todo su potencial? No es demasiado tarde.
Durante diez años me dediqué a leer cientos de libros de autoayuda, éxito, motivación, espiritualidad y psicología. En todos faltaba algo: el papel que desempeña el tiempo en el desarrollo de una persona. La inmensa mayoría de los triunfadores que cito en este libro tardaron años en alcanzar su objetivo.
Como dice una cita que una vez oí, “la mayoría de la gente sobrestima lo que es capaz de conseguir en un año y subestima lo que puede conseguir en una década”. Cualquier persona puede lograr grandes metas, y solemos materializarlas cuando nos damos el tiempo necesario para ello y dividimos un gran proyecto en pequeñas etapas. También es posible descubrir nuestra pasión tras dedicarnos durante años a otras cosas.
Eso no significa que seamos poco ambiciosos, sino que ajustamos el tiempo a lo que esperamos alcanzar. Esta es mi teoría alternativa del éxito, que nos permite dar forma a nuestra vida con más precisión de la que creemos. Tiene mucho más tiempo del que cree para lograr sus objetivos y es más probable que triunfe cuando deje de perseguir grandes momentos y se conceda el tiempo necesario para hacer realidad un proyecto.
Es posible que a su vida y al éxito que ha estado deseando les falte un ingrediente esencial; este libro trata de él. No afirmo que le cambiará la vida, pero estoy seguro de que le ayudará a pensar de otro modo y le dará otra oportunidad para ser una persona extraordinaria a su manera y a su propio ritmo.

La vida no es corta: precalentamiento y visión a largo plazo

En el mundo moderno, el tiempo se ve como un lujo escaso o un enemigo, pero Warren Buffett se convirtió en el mayor inversor de la historia al contemplar el tiempo como un aliado. Tras elegir una compañía en la que invertir, dejó que el tiempo diera sus frutos y a menudo se aferró a una apuesta durante décadas. Su ejemplo nos dice: primero toma una buena decisión y deja luego que el tiempo se ocupe del resto.
El éxito verdadero es fruto de una profunda reflexión sobre una empresa o un problema. Lo que la gente más valora es lo más rápido o fácil de hacer, pero la facilidad y la rapidez son productos de años de práctica, perfeccionamiento, amor, reflexión y habilidad.
La adopción de marcos de tiempo razonables hace que alcanzar el proyecto más ambicioso sea más previsible de lo que parece. Asimismo, al ampliar su idea del tiempo, usted se renovará y tendrá más energía para emprender nuevos proyectos. La clave del triunfo reside en entender el tiempo de forma realista, tanto para poner en marcha su proyecto como para finalizarlo.
La mayor esperanza de vida actual nos ofrece muchas oportunidades para triunfar. Hace un siglo la esperanza de vida de un estadounidense al nacer era de 46 años. En el año 2000 era de 74 años para los varones y casi 80 para las mujeres. En 100 años, la esperanza de vida en los países ricos ha subido un asombroso 40 % y continúa aumentando por lo menos dos años más por década. Por otra parte, millones de personas están descubriendo que a los 90 años pueden seguir activas y llevar una vida autónoma.  
La mayor esperanza de vida tiene un efecto interesante: el dinero disminuye su valor comparado con la salud. ¿Qué prefiere, ser rico y morir a los 45 o tener unos ingresos medios y vivir hasta los 85? La mayoría de nosotros seremos nuevos ricos en tiempo.
Si lo duda, haga el ejercicio creado por el psicólogo David J. Schwartz, para quien uno es tan mayor como se siente. En 1959, cuando la esperanza de vida era menor que ahora, propuso hacer el siguiente cálculo para saber qué porcentaje de años productivos nos quedaban: suponiendo que la vida productiva esté entre los 20 y los 80 años, calcule los años que le quedan para llegar a los 80. Divida el resultado entre 60 y a continuación multiplíquelo por 100. Si tiene 30, la operación es (50/60) x 100 = 83 % de tiempo productivo. Si tiene 40 años, le queda un 67 % de tiempo productivo; si tiene 50, le queda el 50 %; y si tiene 60, dispone del 33 %.
Warwick Mayne-Wilson es un buen ejemplo. A los veintipocos años comenzó a trabajar en el servicio diplomático australiano y a los 42 años figuraba en la edición australiana de Quién es quién en el mundo. A los 49 años, Warwick se matriculó en arquitectura del paisaje. Cuatro años después comenzó a trabajar en esa profesión y se doctoró en conservación del patrimonio. A lo largo de décadas, se hizo famoso y emprendió muchos proyectos. A sus 73 años, dice que “cada día aspiro a hacer algo positivo, a dar un paso más en algún área de actividad o interés” y que sus amigos diplomáticos jubilados “me envidian por lo contento y ocupado que estoy a mi edad”.
La visión a largo plazo: una forma sencilla de sumarse a la élite. En 1970, el politólogo Edward C. Banfield publicó el libro The Unheavenly City, cuyo propósito era identificar lo que permitía a algunas personas salir de la pobreza y triunfar en la vida, mientras que otras quedaban atrapadas en la primera a lo largo de generaciones. Su conclusión fue que cada uno era causante de la inmovilidad social porque las personas de clase baja tenían una “visión puesta en el presente”, mientras que las acomodadas apreciaban el tiempo a largo plazo.
Tener una visión a largo plazo produce cambios radicales en nuestras decisiones diarias. Si decidimos ahorrar para la universidad de nuestro hijo, cambiaremos nuestro uso del tiempo y nuestros hábitos diarios. Esta visión de futuro crea, a lo largo de las generaciones, la seguridad de ser dueños de nuestros destinos, un rasgo característico de las clases altas, según Banfield.
Jeff Bezos, fundador de Amazon, provenía de una familia de clase media alta, pero su consejo para los emprendedores es el mismo que el de Banfield, percibe el tiempo de forma diferente que tus iguales. En la década de 1980, Bezos tenía un buen trabajo en Nueva York, pero le atraía el nuevo mundo de internet. Cuando le dijo a su jefe que dejaba su trabajo para vender libros en la red, este se lo llevó a pasear dos horas por Central Park para hacerle cambiar de idea.
Bezos se imaginó su futuro a los 80 años recordando su vida y se preguntó si se arrepentiría de haberse arriesgado a crear un negocio fracasado en internet. La respuesta fue un rotundo “no”. El orientador profesional Brendon Burchard hace tres preguntas a los que se plantean cambiar de vida: ¿he vivido, he amado, he dejado huella? La mayoría de las personas no se hacen preguntas así en el presente a pesar de que son una poderosa fuente de creatividad y de acción.
Winston Churchill llegó a ser miembro del Parlamento a los 26 años y ministro a los 34. Tres años después le nombraron lord del Almirantazgo para que reforzara el ejército y la armada británicos. En 1915, durante la Primera Guerra Mundial, Churchill dirigió una desastrosa campaña en el estrecho de los Dardanelos. Aunque mantuvo puestos ministeriales en los años posteriores, cayó en desgracia y se retiró de la política. Entonces se dedicó a escribir y a pintar. A finales de la década de 1930, con el auge nazi, desempeñó un papel importante de inflexibilidad ante Hitler y llegó a ser primer ministro a los 60 años. Su fracaso a los 40 años fue la base de su éxito a los 60.
Henry Ford no fundó su empresa de automóviles hasta los 40, y antes de triunfar tenía a sus espaldas un largo aprendizaje como mecánico, inventor y empresario fracasado. Como dijo a un amigo suyo, “me gusta comunicar a los demás la serenidad que nos da la visión a largo plazo de la vida”. Esta visión nos permite centrarnos en lo que estamos haciendo y prever los obstáculos. En los negocios, las grandes compañías llegan a serlo porque poseen más visión de futuro que las otras. Esto les permite apostar mejor por una inversión destinada a varias décadas.
Josephine Esther Mentzer se crio a varios kilómetros de Nueva York. Las personas que más influyeron en su juventud fueron su cuñada Fanny, que dirigía unos almacenes, y su tío John, un químico que vendía cremas faciales, lociones y perfumes. Esty creía que la crema facial de su tío era maravillosa, comenzó a elaborarla en su casa y a los 22 años la vendía en salones de belleza. A esa edad se casó con Joseph Lauder, que rondaba los 30, pero cuando su hijo tenía seis años se divorció de él y siguió vendiendo sus productos de belleza en Nueva York y Miami.
Joe y ella volvieron a casarse cuando Esty tenía 31 años. En 1947, cuando rondaba los 40, fundaron Estée Lauder Inc. Durante diez años, Estée viajó por EE. UU. para vender sus productos. En 1960 la compañía ganó su primer millón de dólares y a ella le debemos productos como Aramis y la línea de Clinique. La familia Lauder sigue conservando el 70 % de las acciones con derecho a voto de la empresa.
La élite social y económica suele tener otra noción del tiempo. No piensa en años o décadas, sino en generaciones. Esto lo demuestra otra historia de éxito empresarial, la de Sony. En 1946, en la estructura calcinada de unos grandes almacenes de Tokio, varias personas fundaron la Tokyo Telecommuncations Engineering Corporation. Entre ellos estaban Masaru Ibuka, de 38 años, y Akio Morita, de 25. Ambos compartían el sueño de lanzar productos nuevos que ayudasen a la sociedad.
En 1955, su empresa era una compañía mediana en Japón, pero Morita tenía la vista puesta en EE. UU. y fundó la Sony Corporation of America, la primera compañía japonesa en hacer algo así. Su empresa se convirtió en la más importante en la venta de aparatos electrónicos y lanzó al mercado dispositivos como el Walkman. Morita provenía de una familia dedicada durante quince generaciones a destilar sake y hacer salsa de soja y mijo. Sin embargo, su padre le permitió estudiar ingeniería y trabajar en otro sector. Pero Akio Morita conservó las tradiciones familiares y siguió presidiendo sus reuniones a pesar de dirigir la compañía Sony.
Las compañías japonesas son famosas por su gran visión de futuro, pero no son las únicas. General Electric (GE) se fundó cuando Thomas Edison buscaba una empresa a la que vender la patente de lámpara incandescente de acababa de inventar. Hoy en día GE tiene 125 años y es una de las multinacionales más poderosas del mundo. En 2001, cuando Jeffrey Immelt alcanzó la dirección de la empresa, encargó un estudio que desveló que “los sectores con más éxito de GE son aquellos cuyos directores llevan en la compañía mucho tiempo”.
Las modas van y vienen, pero la calidad y la originalidad siempre se valoran. Si siente que está clamando en el desierto o que los demás creen que lo que está haciendo se adelanta a su tiempo, no desespere. Para triunfar no tiene por qué depender de la época en la que vive. Si se mantiene en sus trece y es fiel a sí mismo, usted será quien la cambie.
El periodo de gestación. Una noche de 2001, Erika Sunnegardh pasaba una noche más sirviendo copas en una fiesta. Estaba a punto de abandonar su carrera de cantante. Pero a los 38 años decidió intentar cumplir su sueño una vez más. Se presentó a una prueba para la Ópera de Malmö (Suecia) y le dieron su primer papel profesional en la ópera Turandot. Después fue seleccionada como suplente para el papel de Leonora en la ópera Fidelio en la Ópera Metropolitana de Nueva York. La titular enfermó y a los 40 años Erika cosechó un gran éxito.  
Como dijo el filósofo francés Montesquieu, que escribió El espíritu de las leyes cuando frisaba los 60 años, “el éxito depende sobre todo de conocer cuánto tardará en llegar”. En Autoayuda, un tratado fundamental sobre desarrollo personal escrito el mismo año que El origen de las especies de Darwin, Samuel Smiles afirmaba que los genios más extraordinarios son los trabajadores más infatigables. El crítico de arte y esteta John Ruskin aconsejaba que “nunca dependas de tu genialidad. Si tienes talento, la diligencia lo aumentará; y si no lo tienes, la diligencia lo suplirá”.
A principios de la década de 1970, el premio Nobel de economía Herbert Simon y William Chase estudiaron a los mejores ajedrecistas del mundo y descubrieron que ninguno había alcanzado su nivel de maestría sin haberse dedicado al estudio y práctica intensos al menos durante una década. En 1990, John Hayes, de la Universidad Carnegie Mellon, estudió las edades a las que los grandes compositores creaban sus obras maestras. Muy pocas se habían compuesto en los primeros diez años de carrera musical. Lo más importante era el tiempo dedicado al estudio persistente, tanto si se empezaba a los cinco, diez o diecisiete años de edad. ¿Y Mozart? Hayes señala que “1781 marca el periodo de madurez de Mozart y prácticamente cada creación musical posterior a ese año es una obra maestra”. En 1781 Mozart tenía 25 años, pero había estado componiendo desde los cinco, prácticamente obligado por su padre.
Ya dijo Thomas Edison que “el genio es un 1 % de inspiración y un 99 % de transpiración”. Para Anders Ericsson, experto mundial en desarrollo de la pericia, la práctica no basta para llegar a lo más alto, sino que debe ser deliberada, intentando mejorar un poco más cada día en unas habilidades muy concretas, observando el rendimiento y evaluándolo con puntos de referencia preestablecidos. Entre los personajes en cuyas biografías se encuentran diez años de silencio y periodos de aislamiento, están por ejemplo Sigmund Freud y Martin Lutero.
Freud planeaba estudiar Derecho, pero a última hora se matriculó en Medicina. Tardó ocho años en terminar la carrera. Empezó a trabajar en el Hospital General de Viena en el área de anatomía cerebral y a los pocos años abrió un consultorio. Durante los trece años siguientes, gracias a sus interacciones diarias con los pacientes y a sus investigaciones, Freud estableció las bases de lo que más tarde llamaría psicoanálisis. La interpretación de los sueños, el libro que le hizo famoso, se publicó cuando tenía 45 años.
Martin Lutero, el impulsor de la Reforma protestante, fue fraile agustino. A los 34 años ya tenía bajo su cargo once monasterios. Fue entonces cuando publicó sus famosas 95 tesis, que gracias a la imprenta se expandieron por toda la cristiandad. Erik Erikson, psiquiatra y biógrafo de Lutero, sostenía que las grandes figuras de la historia suelen pasar años en un asombroso estado pasivo. Las convicciones personales únicamente surgen cuando uno pasa por esa etapa. Según Erikson, “el que piensa con originalidad aguarda mucho tiempo para advertir no solo sus impresiones, sino también sus reacciones”.
Ni siquiera los niños prodigio son tales. Michael Dell (Dell Computing) y Bill Gates (Microsoft) se sumergieron muy pronto en el mundo de la tecnología. Además, ambos compartían un gran interés por las estrategias comerciales. Cuando crearon las compañías que los lanzarían a la fama, ya eran unos veteranos con una experiencia de al menos una década en los campos elegidos.
Cuando Steve Jobs y Bill Gates ya habían aparecido en la portada de la revista Time, Larry Ellison trabajaba los fines de semana y por la noche haciendo copias de seguridad. Conoció a su primera esposa en una agencia de trabajo y le prometió que se haría millonario. En aquel tiempo, Larry trabajaba para la compañía Ampex que creaba una base de datos para la CIA llamada Oráculo.
Larry se interesó en este campo y, tras leer artículos que recogía en conferencias, se asoció con dos colegas y crearon la primera versión del famoso sistema gestor de bases de datos Oracle. Se convirtió en millonario tras haber invertido 2000 dólares a los 33 años en la compañía que iba a fundar.
Jimmy Wales se pasó la veintena dando clases y trabajando en el sector financiero. A los 30 años fundó Bomis, un motor de búsqueda de contenido erótico para hombres. Con los ingresos fundó Nupedia, una enciclopedia online. Las dificultades para publicar nuevos artículos le llevaron a añadir un sistema “wiki” en el que los usuarios entraban y gestionaban el contenido. Nupedia engendraría Wikipedia. Cuando se puso en marcha, Wales tenía 35 años.
Otro rasgo de muchas personas de éxito es que también se dedicaron a otras cosas. Las vivencias y el lento desarrollo del carácter también cuentan, como demuestran las grandes películas, surgidas de la combinación de las percepciones interiores y las vivencias del guionista, los actores, el director y el productor. El paso del tiempo ayuda a que la verdad aflore y hace triunfar a los que se mantienen en sus trece, aunque al principio fracasen.
Quizá parezca que la persona que ha alcanzado la fama en la juventud ha triunfado en la vida, pero en el campo de la creatividad no hay nada más alejado de la verdad. William Styron tenía 25 años cuando su novela Tendidos en la oscuridad logró el premio Roma de la Academia Americana. Tardó casi una década en escribir su siguiente novela, que no tuvo una buena acogida por parte de los críticos. Y no fue hasta los 42 años que publicó La decisión de Sophie (1979), que vendió millones de ejemplares y que se llevó a la gran pantalla en un filme protagonizado por Meryl Streep.
El investigador de la creatividad Mihaly Csikszentmihalyi afirma que los avances verdaderamente creativos con casi siempre fruto de años de dedicación y gran atención. Ese golpe de suerte gracias al que llegan los inventos suele llegar después de años de trabajo minucioso. Marie y Pierre Curie no habrían descubierto el radio de no haber tenido un profundo conocimiento de los otros elementos. Descubrieron el radio porque el mineral que estaban examinando era más radiactivo de lo habitual. Como decía Louis Pasteur, “la casualidad solo favorece a las mentes preparadas”.

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Biografía del autor

Tom Butler-Bowdon

Tom Butler-Bowdon se licenció en Ciencias Económicas por la Universidad de Sídney y cursó un Máster en Política Económica Internacional en la London School of Economics. Posteriormente, dejó su trabajo como asesor político para escribir 50 clásicos de autoayuda, una guía de la literatura de desarrollo personal a la que siguieron muchos otros títulos. Con una obra traducida a más de veinte idiomas, hoy Tom es un autor de prestigio que aparece con frecuencia en los medios de comunicación británicos, norteamericanos y australianos.

Ficha técnica

Editorial: Urano

ISBN: 9788479538347

Temáticas: Habilidades directivas

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