El liderazgo al estilo de John F. Kennedy

Resumen del libro

El liderazgo al estilo de John F. Kennedy

Por: John A. Barnes

Los principios de liderazgo que guiaron a uno de los mejores presidentes de los Estados Unidos
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Introducción

 

La huella dejada por el presidente J. F. Kennedy en la vida y la política estadounidenses es inmensa. Desde su asesinato, ocurrido en Dallas en 1963, no ha habido presidente o candidato presidencial que no haya intentado erigirse en depositario de su legado. Lyndon Johnson estaba obsesionado por su figura, Richard Nixon sentía envidia hacia su personalidad, Jimmy Carter trató de emularle, Ronald Reagan copió su estrategia en política exterior y Bill Clinton se enorgullecía de la fotografía en la que se le veía estrechándole la mano a su gran precursor.
El atractivo de la figura de Kennedy, aun 40 años después de su muerte, perdura con toda su fuerza inicial. Los sondeos de la opinión pública estadounidense le han confirmado como el segundo presidente más grande de la historia del país y la aprobación que su política y mandato todavía suscitan es la más alta jamás conocida. Aunque algunos analistas han querido ver en este éxito algo inevitable, dado el origen acomodado del personaje, su educación o relaciones, lo cierto es que, para llegar a ser lo que fue, Kennedy, aparte de contar con esas ventajas iniciales, también superó obstáculos que se le interpusieron en su camino hacia el liderazgo de la nación norteamericana.
En este libro, John A. Barnes nos descubre de manera sistemática y pormenorizada los principios que inspiraron el estilo de liderazgo de Kennedy, los retos que le permitieron consolidarlo y también los errores de los que él, como cualquier persona, no estuvo libre. Su fórmula de éxito para el liderazgo, según Barnes, estaba compuesta de los siguientes elementos: ser capaz de fijar sus propias reglas, haber empezado temprano, saber dominar la imagen pública, hacerse amigo de los medios de comunicación y apoyarse en el personal de la Casa Blanca como principales consejeros e instrumentos de su política.
La carrera política del presidente Kennedy, corta pero repleta de acción, puede ser un objeto de estudio muy gratificante para cualquier ejecutivo de negocios actual. Fue un personaje que siempre supo lo que quería y que no tuvo predilección por ninguna manera particular de conseguirlo: al contrario, estuvo siempre dispuesto a emplear la mejor, aun no siendo ésta muchas veces la más atractiva electoralmente hablando. Así, cuando el crecimiento económico de los EEUU no le parecía satisfactorio, no dudó en escandalizar a la ciudadanía abogando por una gran rebaja de impuestos. Se atrevió a cambiar el rígido protocolo, dominante por entonces en la Casa Blanca e introducido por su predecesor D. Eisenhower, convirtiéndolo en uno mucho más flexible. Al mismo tiempo, centralizó las decisiones políticas en la Casa Blanca para garantizar que la administración que encabezaba hablase con una misma voz. Todo ello y mucho más hace que J. F. Kennedy sea uno de los líderes más destacados del siglo XX. En él, cualquier directivo que desee mejorar su estilo de liderazgo puede encontrar un modelo al que seguir.

 

La visión de J. F. Kennedy

‘Visión’ es una de las palabras más a menudo utilizadas en los estudios de liderazgo. Algunos la consideran como la premisa de toda buena gestión, mientras que otros ven en los intentos de formularla y emplearla tan sólo una pérdida de tiempo.
De manera simple, la visión de un líder podría definirse como la capacidad de hacer comprender a sus oyentes un panorama general y cómo el esfuerzo individual de cada uno de ellos encaja en él. La visión de un líder tiene el poder de motivar a su público, de apelar a ese “yo superior” que transciende lo cotidiano. Una visión compartida tiene el poder de elevar los corazones de las personas e impulsarlas a la acción.
Los EEUU no estaban en guerra en 1960 y lo último que deseaba el pueblo norteamericano era entrar en un nuevo conflicto mundial. Sin embargo, el presidente Kennedy era consciente de que los peligros bélicos eran grandes y reales y de que la Guerra Fría estaba en su momento más álgido. Tras la toma de posesión, uno de sus primeros desafíos era transmitir al pueblo norteamericano la necesidad de que el país estuviera militarmente preparado y a la vez evitar la posible hecatombe nuclear. Con esa idea en mente, Kennedy, junto a los miembros de su gabinete, pasó largo tiempo preparando su discurso de investidura, en el cual iba a revelar su visión del país y del mundo. El resultado final no defraudó y todavía figura en las antologías de los discursos políticos. A título de ejemplo, he aquí los párrafos referentes al peligro de una nueva guerra mundial y las armas nucleares:
Pero tampoco es posible que dos grandes y poderosos grupos de naciones se sientan tranquilos en una situación como la que nos afecta a ambos, agobiadas las dos partes por el coste de las armas modernas, justamente alarmadas ambas por la constante difusión del mortífero átomo, y compitiendo, no obstante, las dos, por alterar el precario equilibrio de terror que contiene la mano de la postrera guerra de la humanidad
…Empecemos, pues, de nuevo, recordando en ambas partes que la civilidad no es indicio de debilidad, y que la sinceridad puede siempre ponerse a prueba. No negociemos nunca por temor, pero no tengamos nunca temor a negociar…
…Los clarines vuelven a llamarnos. No es una llamada a empuñar las armas, aunque armas necesitamos; no es una llamada al combate, aunque combate entablemos, sino una llamada a sobrellevar la carga de una larga lucha año tras año…
Sólo a unas cuantas generaciones, en la larga historia del mundo, les ha sido otorgado defender la libertad en su hora de máximo peligro. No rehúyo esta responsabilidad. La acepto con beneplácito…
Convertir esta visión en realidad era posible sólo si el pueblo norteamericano y otros pueblos del mundo estaban dispuestos a esforzarse y sacrificarse por los ideales de la libertad y la paz. Para ello, Kennedy concluyó su discurso con un llamamiento a sus compatriotas y a todo el mundo a comprometerse con la acción que les haría realidad: “...Así pues, compatriotas: preguntad no qué puede vuestro país hacer por vosotros; preguntad qué podéis hacer vosotros por vuestro país. Conciudadanos del mundo: preguntad no qué pueden hacer por vosotros los Estados Unidos de América, sino qué podremos hacer juntos por la libertad del hombre”.
Este llamamiento apeló a algo muy profundo en la psique de sus compatriotas, al sentido de la responsabilidad individual para el propio destino, y sus frases son todavía las más recordadas de todas las pronunciadas por un presidente norteamericano.
Según el consultor y experto en liderazgo James M. Strock, una buena visión debe ser simple y directa para ser memorable; flexible para ajustarse a las diferentes posibilidades de convertirla en realidad; estar de acuerdo con los valores del público al que está dirigida; ser incluyente y optimista y, por último, estar personificada en el líder que la promueve. La visión que el presidente Kennedy presentó a sus conciudadanos cumplió a la perfección con todos estos requisitos.

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Biografía del autor

John A. Barnes

John A. Barnes ha ejercido como escritor, periodista y locutor de televisión durante más de 17 años. Sus columnas han aparecido en el Boston Herald, The Detroit News y New York Post. También es autor del libro “Ulysses S. Grant on Leadership”.  

Ficha técnica

Editorial: AMACOM

ISBN: 9780814474556

Temáticas: Características de un buen líder Management

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